Un mensaje cercano y amigable puede llegar a niveles mucho más altos de efectividad que uno distante, rígido, frío, hostil y distante.
Llegar a esa conclusión cuesta años de experiencia y rompimiento de paradigmas. Por más fogueo que tengan algunos docentes, capacitadores, oradores, etcétera, la verdad es que muchos prefieren no ser tan cercanos. No les interesa verse amigables, ni siquiera lo intentan. Es decir, prefieren quedarse lejanos que involucrarse con su público.
La cercanía implica conexión con la mirada, la sonrisa, el saludo amable, con todos los sentidos. Un tono especial, un toque especial que lo mantiene en su lugar y al mismo tiempo lo vuelve muy pero muy cercado y amistoso con su público. Recuerde no se puede ser pretencioso con el saber que se imparte a los demás.
Para ser cercano se requiere salirse un poco del atril o de atrás del escritorio, para entrar a movilizarse entre su público o auditorio. No quedarse parado al lado de la pared donde se proyecta el vídeo de la presentación.
La virtud de ser amigable es algo que se debe llevar puesto, como la corbata o la cartera. Vuélvalo parte de su estilo como comunicador (profesor, orador...) pronto se dará cuenta de los resultados que obtendrá. Nadie les niega el conocimiento que tienen algunos, pero es a veces tan pesado escucharlos con ese aire pretencioso que impide que los demás aprendan de una manera agradable y sencilla.
Los que ya son amigables y cercanos, pueden crecer cada vez más en el tema. Porque como todas las técnicas artísticas, la de ser cercano en la comunicación debe crecer y mejorar cada vez más. Con innovación e ingenio. Hasta convertirse en parte de su estilo. De su sello personal.
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